Somos Diversidad

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Sangre morada en nuestras venas

Sin duda el tono morado se ha masificado este último tiempo como una simbología del movimiento feminista, el cual cada vez se suscita con mayor fuerza ante las inequidades, y por sobre todo bajo hechos de femicidio.

Dentro del contexto nacional, nos siguen azotando casos crueles que cada vez permean en la conciencia social, y el rol de las comunicaciones ha sido un elemento clave en ello.

En primer momento cuando redacté esta columna, el 18 de agosto, la cifra del SERNAMEG registraba 23 femicidios consumados y 72 femicidios frustrados. Sin embargo, nada novedoso y a la vez muy doloroso, esta cifra ASCIENDE a 24 femicidios consumados y 80 femicidios frustrados de acuerdo a los datos del SERNAMEG (última actualización el 31 de agosto). Es importante decir que el concepto “femicidio”, bajo la Ley N° 20.480, es considerado como el asesinato de una mujer por parte de quien es o ha sido su esposo o conviviente, dejando entrever un gran abismo de sucesos que no califican como tal la agravante de femicidio, es decir una tipificación claramente insuficiente.

 A pesar de que han surgido iniciativas para poder prevenir e intervenir en situaciones de violencia (puede ser: física, psicológico, sexual, económica, entre otras que componen las conductas normalizadas de una cultura machista presentes en nuestro sistema chileno); los esfuerzos, como, por ejemplo: el código clave “mascarilla-19”, la atención al número 1455, y otras campañas de índole digital (las que, por lo general, no suelen tener en consideración la vulnerabilidad, la cual ha demostrado que afecta la capacidad informativa de la población), estas responden de manera deficiente, debido a fuertes dolencias dentro del sistema, en el cual versan elementos como el poder judicial, político, cultural, entre varias más.

Pero, ¿qué es de aquellas mujeres situadas en la pobreza con dificultades para exponer sus vivencias? ¿qué pasa con las denuncias y luego las represalias de sus agresores?

Frente a este tipo de hechos, resulta clave el rol de la sororidad y el papel de los medios de comunicación; dicho esto, las redes sociales han sido un componente clave para la difusión de casos y la búsqueda de asesoría frente a hechos propios o ajenos; y sobre esto, aquí la empatía nos ha hecho fuertes frente a las desigualdades que aún el sistema reproduce con su inoperancia y estructura de índole patriarcal, la cual ha permitido que, los mismos servidores públicos e incluso agentes de orden y seguridad pública, tengan conductas misóginas cuando se intenta recurrir a su respectiva asistencia; es por ello que  se hace necesario la prudencia en el actuar judicial para lograr la tan anhelada justicia. Aquí la sororidad es esencial, y se clama por una clara reestructuración de todo nuestro sistema.

En estos días, nos hemos dado cuenta que, la perseverancia, la fuerza y la valentía son valores propios de la sangre morada, y seguiremos resistiendo y luchando. Ya no hay miedo, principalmente hay insuficiencia en la justicia.