Somos Diversidad

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Recordar, sostener, incluir, votar: octubre épico aun en el dolor.

Es sábado, la primavera asoma su nariz, tres generaciones, conversamos un café. Vivimos el aquí y el ahora, en este Chile que abre posibilidades de transformación, algo mágico y liberador tiene octubre, aun en la profundidad de la injusticia en que transitamos: ”Lo empujó al río, el que debió cuidar su sueño”, sostener la memoria, para que nunca más.

Soy de la generación del 64, perdí amigos, transformé por 17 años las noches en días, fui testigo de cómo la Constitución de la dictadura cerró posibilidades… Sin embargo, no fueron tan astutos: dejaron unas miguitas de pan para llegar a un habitar distinto.

Es, la llamada “carta magna”, la que establecía que ocho años después de su puesta en marcha se debía llamar a plebiscito. Por eso, la Junta Militar estuvo obligada a hacerlo, todos sabíamos que esa era una puerta de entrada para recobrar la democracia y la libertad; algunos aun así estuvieron en otra vereda, no confiaban en nada, no lograban ver esa posibilidad.

Lo que cuentan las mujeres y hombres líderes de ese transitar es que el verdadero adversario no era Pinochet, sino el miedo. ¿Qué es el miedo? Es una emoción que se experimenta ante un peligro real e inminente, se activa por amenazas a nuestro bienestar físico o psíquico. Así vivíamos, desconfiando de todo y de todos, éramos constantemente intimidados, de formas directas los primeros años de dictadura y de formas sublimes los últimos años y más.

Ese 5 octubre de 1988 teníamos miedo de salir, votar y demostrar nuestra opción personal, y lo logramos, porque nos habían invitado a soñar con la posibilidad de un Chile distinto. Nos ayudaron a buscar el coraje que estaba en brasas, soplar, encender el fuego, y abrir las posibilidades de un país libre. Nos aseguraron que estaríamos a salvo porque éramos muchos y nadie podía callarnos.

Mis recuerdos son borrosos. Tenía 24 años, 2 hijas y vivía en la población Balmaceda en Pedro Aguirre Cerda. La batalla fue día a día en la calle conversando, equilibrando los miedos, rompiendo paradigmas, usando mi chapita del NO en el Carlos Casanueva, en la pega y el barrio. No bastaba con la fuerza de la huella del dolor, por los que partieron, por lo que aún no sabemos dónde están; sé que valió la pena traer la valentía.

Fui a votar esa mañana, caminé junto a mi madre, teníamos miedo y esperanza. Regresamos a casa, prendimos el Motorola en blanco y negro, escuchamos el Vals del No de Flor Motuda, una y otra vez.

Añoro esa melodía. Tengo la certeza de que ese día inolvidable y poderoso se logró porque estaba sustentado en un bloque de pares improbables que se sentaron sin máscaras a conversar. Así lograron un acuerdo social y político común, impulsaron una campaña que tuvo como ejes principales una larga caminata por Chile y una inolvidable franja televisiva.

Y aunque me enfrento con mis propios fantasmas, guardo gratitud por vivir en democracia. No he olvidado lo vivido en dictadura. Por ello, honro a cada ser humano, que desde distintas opciones de lucha rompieron todos los silencios y miedos, se despojaron de sus egos, guardaron su soberbia. “Ganamos con un lápiz y un papel”.

Y pasamos por unos cuantos zapatos rotos, para llegar, hasta este octubre 2020. Ahora estamos sosteniendo un “Apruebo”, son nuevas proles las que lograron romper los miedos. Aprendo de ellos/as cada día, en esta tarde los escucho, observo su capacidad de sostener sus reivindicaciones, disfruto ver a estas generaciones, Rodrigo del 79 y Fredy del 91, como dicen ellos felizmente casados, dialogamos sobre sobre las libertades civiles, la inclusión, su derecho a ser padres. Verlos en la franja del Apruebo marcó para mí un nuevo octubre, a 32 años de esa épica jornada.

Tengo 56 años. Soy abuela, feminista, directora de la Fundación Chile Diverso, tomo más de 7 pastillas diarias para equilibrar mi cuerpo, las que me recuerdan cada día que voy camino a la vejez, desde esas trincheras. Sostengo la paz, con la convicción que es posible la revolución en Dignidad. Mi generación tiene la obligación de concretar las promesas pendientes y acompañar el levantamiento de nuevas utopías.

Así como el 88 se perdió el miedo, espero que en este nuevo amanecer de octubre recuperemos la memoria, sostengamos la inclusión. Volveré a ser votante este 25, será una épica jornada, nuevamente ganaremos con el poder de un lápiz y un papel.

Y la mañana siguiente, otra historia comenzará y todes serán protagonistas. Con trabajo constancia y generosidad, quizás podamos vivir en un Chile digno, justo, solidario e inclusivo.

María Luisa España
Orientadora en RR.HH. y familia, dirigente social feminista.

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