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8M, ¿por qué marchar?

Sería ideal no tener que vivir una situación estresante y traumática para marchar con convicción y fuerza el 8 de marzo. Sin embargo, es difícil imaginar que cada mujer en este país no tenga una razón como la que yo conté para ir a marchar. Todas hemos experimentado algún tipo de vulneración.

día de la mujer - 8M
Desde que tengo memoria, el 8 de marzo se ha celebrado en todas partes: en colegios, centros comerciales, televisión, servicios públicos, hospitales, redes sociales, etc. Sin embargo, hasta hace 3 o 4 años, solo sabía que era el día de la mujer, nos daban un dulce, una tarjeta y listo. Sinceramente, no tenía idea sobre el origen de la celebración de este día y no descubrí su significado hasta que asistí a la primera marcha, con mis compañeras de universidad. Estaba extremadamente asustada, ya que venía de otra región y solo conocía esta marcha por lo que mostraban en televisión.

Según un artículo publicado por la revista multidisciplinaria de estudios de género FEMERIS, la historia detrás de la marcha del Día Internacional de la Mujer tiene sus raíces en dos eventos importantes. El primero ocurrió en Nueva York en 1911, cuando un incendio en una fábrica textil cobró la vida de más de cien trabajadoras. El segundo tuvo lugar en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague en 1910, donde la política comunista Clara Zetkin propuso la celebración de un Día Internacional de las Mujeres con el objetivo de promover la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en todo el mundo.

La primera vez que participé en una marcha del día de la mujer fue para defender el segundo ‘origen’. Ya había asistido a varios festivales feministas, como el “RUIDOSA”, y estaba convencida de que las mujeres merecemos igualdad de derechos y oportunidades. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta idea se ha fortalecido aún más, ya que ser mujer joven en Chile es algo denigrante, y serlo en Santiago aún peor. Tenemos que caminar con miedo, escuchar las estupideces que gritan algunos hombres, soportar el acoso en los medios de transporte público y muchas otras situaciones que nos hacen sentir vulnerables en una sociedad que sigue muy influenciada por el patriarcado y el machismo. Por eso, hoy más que nunca, sigo comprometida con la lucha feminista y la defensa de los Derechos de las mujeres.

Pero ¿por qué marchar? Si bien los dos orígenes que mencioné anteriormente tienen mucho sentido y deberían resonar en todas las mujeres, creo que a veces no se comprende la importancia de la lucha feminista hasta que no se ha experimentado una vulneración real. En mi caso, sufrí un aborto espontáneo a los 21 años y lo pasé muy mal. Durante el proceso, que dura aproximadamente seis semanas, tuve una contención maravillosa, pero lloré mucho, no por mí, sino por todas las mujeres en este país que tienen que abortar por cualquier razón y que no cuentan con la información y las herramientas necesarias para hacer frente a esta situación. Nos encontramos en una situación de vulnerabilidad y muchas veces no sabemos cómo actuar.

Afortunadamente, hoy existen redes de apoyo y colectivos feministas que brindan asistencia en estas situaciones, mujeres comprometidas que brindan información valiosa para que las mujeres se sientan seguras. Sin embargo, es necesario que el Estado se haga cargo de esta desinformación y la educación en estas materias debe ser una prioridad en los colegios. La educación en temas de aborto es esencial para desmitificar esta práctica y permitir que las mujeres tomen decisiones informadas sobre su cuerpo. Como mujeres tenemos el derecho de acceder a este conocimiento. De hecho, he descubierto que un aborto provocado tiene menos riesgos para la salud de la mujer que el embarazo, lo que me lleva a preguntar: ¿por qué se nos priva de la libertad de elegir? El Estado debe garantizar que las mujeres tengan acceso a información precisa y confiable para que puedan tomar decisiones informadas sobre su salud y futuro

Sería ideal no tener que vivir una situación estresante y traumática para marchar con convicción y fuerza el 8 de marzo. Sin embargo, es difícil imaginar que cada mujer en este país no tenga una razón como la que yo conté para ir a marchar. Todas hemos experimentado algún tipo de vulneración, ya sea acoso, menosprecio, miedo en las calles, abortos y muchas otras situaciones similares. La realidad es que nuestras experiencias personales convergen en lo mismo: la vulneración de nuestros derechos y nuestra dignidad.

En un país marcado por el conservadurismo, las mujeres estamos destinadas a vivir en una situación de vulnerabilidad constante. Por lo tanto, ¿por qué marchar? Podríamos estar horas dando razones, pero más allá de eso, es nuestro deber reivindicar mejoras en la situación jurídica, laboral, social, familiar y sexual. Sin nosotras, todo se pararía. El mundo necesita de nosotras, pero no bajo sus reglas basadas en un machismo neto. Debemos imponer nuestras necesidades y derechos, y esto se resume, en una palabra: LIBERTAD.

Según un reporte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, “La protesta también juega un papel central en la defensa de la democracia y los derechos humanos. De acuerdo con los instrumentos del sistema interamericano, el ejercicio conjunto de estos derechos fundamentales hace posible el libre juego democrático” (Informe CIDH: “Protesta y Derechos Humanos”). Por lo tanto, como mujeres históricamente vulneradas, es nuestro deber salir a las calles y exigir nuestros derechos, demandar respeto y libertad. No podemos seguir calladas mientras los hombres toman decisiones por nosotras. Debemos luchar por estar en igualdad de condiciones y terminar de una vez con el machismo que nos ha sido impuesto durante décadas.

Catalina Herrera.
Administradora Pública, feminista.
Directora Ejecutiva en Fundación Chile Diverso.

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